Estamos bombardeados por publicidad de diferentes cosméticos y los
lineales de tiendas, superficies o farmacias están llenos de una
enorme variedad de cremas faciales… entonces, ¿cuál elegir?
¿qué podemos llegar a pedir a una crema?
Por supuesto eficacia, seguridad y una buena relación
calidad-precio... mucho más allá de modas o marcas, dado que se trata
de nuestra piel, el órgano más extenso que tenemos, que nos protege, y
es nuestra carta de presentación. Cualquier reivindicación que reclame
una crema, debe estar avalada por los estudios
correspondientes que lo garanticen, como indica la
legislación de cosméticos. Pero lo cierto es que la eficacia o
resultados reales no van a depender únicamente del producto en sí,
sino de muchos otros factores, como la características propias de
nuestra piel, es decir, si esta crema es adecuada para nosotros o no,
la interacción con otros productos, nuestros hábitos personales como
alimentación, tabaco, exposiciones al sol o agentes externos, etc...
así como la forma en que empleemos la crema.
No te engañes… las cremas más caras no tiene porqué ser
las mejores. Lo importante es que encuentres aquella que se
ajuste a las necesidades de tu piel, y sobre todo, que la apliques de
forma correcta, esto es, sobre una piel limpia, en la cantidad, modo y
frecuencia necesaria, y acompañada de tratamientos complementarios que requieras.
Dentro de la rutina de belleza, la
limpieza es el paso fundamental. Nos ayuda no sólo
a limpiar el maquillaje, sino a retirar el exceso de sebo, impurezas,
agentes contaminantes, y restos de cosméticos. El agua micelar es muy
conveniente para esta limpieza, fácil de usar, muy efectivo y apto
para todo tipo de pieles, incluso las más sensibles. Y debe ser el
paso previo a la aplicación de cualquier otro cosmético.
El farmacéutico es un auténtico especialista en
dermocosmética, y te podrá recomendar aquel tratamiento
cosmético que necesitas en cada momento. No dudes en consultarle.