En invierno, nuestra alimentación varía, y nos apetecen más
alimentos calientes, incluso contundentes, o un chocolatito caliente,
antes que frutas, verduras o ensaladas. Sin embargo, no debemos de
dejar de tomar estos últimos, pues son fuentes de minerales y
vitaminas, fundamentales para el organismo. ¿Por qué? Pues porque las
vitaminas y minerales entran a formar parte en numerosas reacciones
metabólicas de nuestro cuerpo, y no tenemos la capacidad de
sintetizarlos a partir otros precursores. Por eso, deben tomarse con
la alimentación.
Una de las vitaminas que podríamos denominar “estrella del
invierno” es la vitamina C. Contribuye al correcto
funcionamiento del sistema inmunitario, aumentando nuestras defensas,
además de proteger la función pulmonar, de modo que podamos hacer
frente a patógenos que afectan a las vías respiratorias que se
multiplican con el frío del invierno. Pero además, tienes muchos otros beneficios:
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Es antioxidante, por lo que ayuda a prevenir el envejecimiento.
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Favorece la formación de colágeno
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Acelera la curación de heridas
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Protege tejidos como las venas y arterias
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Y por supuesto, refuerza las defensas naturales del organismo.
La vitamina C la encontramos sobre todo en cítricos, kiwi,
brócoli, pimiento… y otras frutas y verduras. Pero si
nuestra alimentación no es todo lo adecuada y rica en estos alimentos,
podemos encontrarla en suplementos alimenticios, como comprimidos
efervescentes, con agradables sabores a naranja. Ya sea sola, o
combinada con otros minerales que complementan su función, como el Zinc.
Al ser una vitamina hidrosoluble, se elimina a diario a través
de la orina, por lo que debemos tomarla a diario y el cuerpo va a
eliminar aquella que no utiliza, sin riesgo de acumulación.